Este año, la Comisión Nacional del Patrimonio decidió que el Día del Patrimonio esté dedicado a honrar la memoria de Carlos Vaz Ferreira, por cumplirse cincuenta años de su fallecimiento.
Lo que sorprende de Vaz Ferreira, es que muchas de sus ideas y opiniones siguen estando tan vigentes como en el momento en que fueron emitidas, a pesar del paso de los años.
Una de ellas es la afirmación que hace sobre los medios de prensa, que transcribimos a continuación:
“La prensa es un bien, un inmenso bien, es todo lo que se dice, y hasta todo lo que se declama sobre ella; es apostolado, sacerdocio, cuarto poder y todo lo demás; es todo eso, sinceramente”
“Los bienes que la hacen tal no pueden separarse de ciertos males. Razón de más para estudiarlos, para prevenirnos contra esa especie de inmoralidad intrínseca, con el objeto de saber si es posible evitarla y, si no, atenuarla hasta donde nos sea posible.”
La opinión de alguien que “escribe en un diario (…) puede, al otro día, manifestándose por medio de un artículo, impresionar a todo el país; puede llevar la convicción, hacer creer en un hecho, tal vez falso, a millones de personas; puede destruir una reputación para siempre; puede hacer al honor, a la felicidad de uno o de muchos seres un mal irreparable. La prensa está organizada de una manera tal que la afirmación (y, si no, la insinuación) debe venir siempre, casi fatalmente, antes que la prueba o, en todo caso, nunca puede esperar la prueba lógicamente rigurosa, ni aún aceptable. Comparen ustedes la obligación del periodista (…) con la que la buena moral exigiría. Mientras no exista una prueba absoluta de un hecho (…) es deber nuestro no admitirlo y, mucho más, no propagarlo. (…) Enseñamos a nuestros hijos (…) que deben guardarse bien de propagar hechos vergonzosos no probados y ni siquiera los probados cuando no sea necesario. Y, entre tanto, el periodista está obligado, una vez que un hombre es acusado de un delito —está o se considera obligado— a hacerlo saber inmediatamente a unos cuantos millares de personas”
“Existe en mecánica un aparato que se llama, justamente, prensa: la prensa hidráulica, por cuyo medio (…) un niño puede realizar trabajos colosales, puede levantar moles, puede triturarlas; pues bien, en la otra prensa sucede absolutamente lo mismo: cualquiera, también, puede, por ejemplo, levantar reputaciones o hacerlas pedazos con la mayor facilidad y hasta con la misma inconciencia del niño.”
“Hay en la prensa (…) una causa de inmoralidad intrínseca, inevitable, que puede descomponerse en dos: en lo relativo a los hechos, la obligación de afirmar sin información bastante; y en lo relativo a la doctrina, la obligación de opinar sobre todos los asuntos”