“No tengo más enemigos, sino los que se oponen a la pública felicidad, y que serán únicamente mis amigos los que contribuyan a fijarla.” José Gervasio Artigas

sábado, 9 de julio de 2011

"Campanero", una cárcel que sí rehabilita

Lavalleja. No se registran fugas y de los últimos 23 presos liberados ninguno reincidió
LAVALLEJA | RAÚL MERNIES
Asesinos, rapiñeros, violadores y otros delincuentes conviven casi sin medidas de seguridad en la chacra de rehabilitación Campanero. Hasta ahora no hubo fugas, y de los 23 presos que recuperaron la libertad en el último año ninguno reincidió.
José se guardó el facón y mostró orgulloso a su chancha "recién parida". Es "mansita" y no se queja cuando los desconocidos se acercan a sus crías.
Después de cuatro meses en la cárcel de Minas, José, "autor penalmente responsable de un delito de homicidio especialmente agravado", dice su causa, fue trasladado al centro de reclusión Campanero.
En su pueblo, de chico, había un "malevo" que le pegaba. Ese hombre se casó, tuvo un hijo y a los seis meses se separó.
La vida juntó a José con esa misma mujer. Se casó y tuvo varios hijos, además de criar al hijo del "malevo". El hombre no dejó de molestarlo, tanto así que "un día creyó que podía seguir pegándome", cuenta, "vino a buscarme y lo maté".
Cuando logró el traslado a Campanero vendió la chacra en la que vivía junto a su mujer y sus hijos y compró un terreno frente a la cárcel. "Ahora los tengo cerca y los días de visita los veo a todos", afirma.
Al igual que José, otros 32 presos de diferente índole conviven hace poco más de un año en Campanero, una chacra penitenciaria "modelo" según lo indicó el ministro Eduardo Bonomi, como las que funcionan en Colonia, Rivera y Treinta y Tres.
En ese predio policial también funciona un salón de fiestas para policías y una piscina para familiares de los agentes. "Tenemos casamientos y cumpleaños de 15 casi todos los fines de semana", comenta uno de los responsables de la cárcel.
Desde que el nuevo centro de rehabilitación de Lavalleja comenzó a funcionar, 23 presos recuperaron la libertad y ninguno reincidió. "Habitualmente en Uruguay 8 de cada 10 reincide", afirma el comisario Rodolfo Machado, actual director.
Luis Martinelli, responsable de cárceles del interior, ex jefe de Policía de Lavalleja y gestor del nuevo sistema de Campanero, dijo a El País que "siempre les decimos que ellos (los presos) se tienen que manejar en un nivel de confianza con nosotros, lo que no quiere decir que nosotros no tomemos las precauciones de seguridad que se deben tomar". Por eso José, encargado de la porqueriza, tiene un facón con él, pero si va al médico se lo lleva esposado.
Las 22 hectáreas del predio no tienen alambrado perimetral ni puestos de guardia. Si quisieran, los presos podrían fugarse en cualquier momento. Pero no lo hacen.
Viven en alojamientos de hasta seis reclusos, con baño y cocina. Las ventanas no tienen rejas y nadie está esposado.
"Acá todos trabajan con un régimen estricto", cuenta Machado. Los reclusos se levantan temprano, cada uno cumple su tarea hasta el mediodía, luego almuerzan, descansan una hora y vuelven a trabajar hasta las 16.
Dos veces por semana tienen clases con una maestra y hacen educación física. Cenan sobre la hora 20 y a las 21 todos tienen que estar en sus alojamientos. Las puertas se cierran por fuera con candado.
"El objetivo es que los que están acá regresen a la calle en condiciones de cumplir la ley", asegura Machado. "Hay mucha gente que llega a la cárcel sin mentalidad de delincuente y el sistema lo obliga a delinquir para sobrevivir, entonces sale peor de lo que entró". Según el responsable de Campanero un 30% de los reclusos del Uruguay (unos 2.700) está en condiciones de vivir en sistemas extramuros y semi abiertos.
Otro de los reclusos del lugar, que llegó del Comcar y está procesado por un delito de rapiña especialmente agravada con dos delitos de lesiones personales en calidad de autor, se refirió a su ex cárcel como "un infierno que no cura a nadie". Ahora se encarga de la fábrica de baldosas y le pagan por trabajar.
Todos los reclusos de Campanero cobran por su trabajo. El jornal ronda los $ 200 y los que no tienen tarea asignada (que dan una mano en la limpieza y mantenimiento del parque) cobran $ 25 por día. El dinero surge de venta de lo fabricado allí.
Dentro del predio, pero con una clara delimitación perimetral, funciona la cárcel de mujeres. "Acá están todas las mujeres presas de Lavalleja, no son seleccionadas, como los hombres". Entre sus tareas funciona una huerta, el criadero de gallinas ponedoras y pollos y un lavadero de autos.
Ana, que está presa en Campanero desde hace un año por atentado violento al pudor y producción de material pornográfico, (subía a la web fotos de ella y su hija mayor desnudas) vive allí con su hija menor, de un año y medio. En Campanero hay tres niños más.
Ana agradece estar allí, ya que en las otras cárceles de mujeres en las que estuvo la quisieron matar arrojándole polifón prendido fuego encima mientras dormía. Los delitos sexuales con niños son repudiados en el sistema carcelario.
Las cifras
33 es la cantidad de reclusos que tiene en el presente la cárcel chacra de Lavalleja.
200 es el promedio del jornal, en pesos, que reciben los presos que desempeñan trabajos.
El País Digital

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